Allá por los setenta, un día, mi madre me llevó al escaparate de una juguetería para que le dijera cuál de las muñecas que allí había era la que había pedido en mi carta a los Reyes Magos.
Sin dudarlo elegí a la rubia de ojos azules, quizá porque entonces era la que más atraía a las niñas de mi generación.
¡¡Y la mañana de Reyes estaba allí!!
Entonces no sabía que era articulada y que llevaba el modelo Evasé. Pero recuerdo la ilusión que me hizo y lo mucho que jugué con ella.
Se convirtió en mi favorita y mi compañera de juegos. Recuerdo que tenía una cama, que no era la suya, amarilla para más señas. La acostaba todas las noches y por la mañana antes de irme al cole la levantaba.
Le hacía comiditas en mi cocina de juguete. Le lavaba la ropa y la tendía en mi balcón con mini pinzas de plástico de colores.
Le peinaba su melena una y otra vez. Pero siempre cuídandola, no se me ocurrió cortarle el pelo, ni pintarla, ni hacerle nada que la dañara.
Aunque con el uso se le llegó a salir el muelle y se desmontaba.
Pero con mucho esfuerzo y algo de maña lograba volver a montarla.
Y no por eso dejé de jugar con ella.
Con ella también llegó el Corta y Cose y con la ayuda de mi madre le hice los vestiditos. Y fuí ampliando su vestuario con cualquier trocito de tela que encontraba. Siendo mi madre sastresa no faltaban por casa retales de los muchos vestidos que nos cosía.
También aprendí a tejer, haciendo un jersey, aprovechando la lana sobrante de uno que mi madre que me hizo a mí. Con cuello de barco, que entonces llevábamos con un suéter de cuello cisne debajo. Todavía lo conservo.
Fué la que siempre llevaba a casa de mi vecina cuando jugábamos juntas y nos intercambiábamos la ropa. Yo aprovechaba y le ponía el abrigo de visón blanco, de mi amiga, que nunca llegué a tener.
Y fué la que un día desapareció, y nunca supe cómo.
Y ha sido la que después de tanto tiempo y gracias a una compañera de los blogs, he vuelto a recuperar.
Muchas gracias Ana por ayudarme a revivir un trocito de mi infancia.